8.5.07

Europa tiene arreglo

Algo se mueve en la Unión Europea, tras dos largos años de perplejidad fosilizante provocados por el sonoro ‘no’ de Francia y Holanda al proyecto de Tratado Constitucional. Ha tenido que llegar Angela Merkel a la presidencia de turno para que el texto salga del congelador y se recaliente en el microondas del debate político. La templada canciller alemana confía en tener el texto a punto antes de las elecciones europeas de 2009, pero el nacionalismo y la falta de ambición pueden castigar a la UE sin el dulce postre de la estabilidad institucional.

Hasta que llegó ella, Europa estaba huérfana de líderes: la salud de Chirac no ha pasado por sus mejores momentos, a Schroeder le asfixiaban el paro, la inflación y los focos, y Blair sigue padeciendo su interminable despedida del poder. Hacía falta alguien honesto y con iniciativa, porque Europa es el paradigma de la burocracia, pero se ha construido a base de corazón, voluntad y empuje personal.

En el extremo opuesto, algunos primeros ministros han estado más pendientes de sortear el referendo como sea y de convencer a los votantes por la vía de los hechos consumados, que de poner el empeño que hace falta para transmitirles que una Europa más fuerte, justa y unida es posible y necesaria.

Ese escudo protector contra la amenaza, la intolerancia y la tragedia nunca se acabará de levantar si cualquiera tiene la patente de anular la libre decisión de los demás. El derecho de veto atenta contra los principios más elementales de la democracia representativa, y responde más a la Europa de las potencias que a una Unión de los ciudadanos. Si un país discrepa de manera insalvable del camino que los otros 26 quieren tomar, puede intentar convencerlos o —¿por qué no?— bajarse del tren, pero no parece razonable que se tire a las vías e impida que el convoy avance hacia el futuro.

Para la camarilla de ‘los de siempre’ es muy cómodo cerrar la puerta para que no entre el ruido, pero la exclusión suele generar enfrentamiento entre los que se suponen iguales. Algunos proponen que los países recién incorporados se limiten a asentir mientras los miembros de la zona euro y del tratado Schengen cortan el bacalao. Sin embargo, la experiencia autonómica española ha demostrado que la construcción a dos velocidades no funciona: no sólo contribuye a ahondar las desigualdades, sino que además se corre el riesgo de que las ‘puntas de lanza’ yerren su objetivo. A la Unión Europea le resultará muy difícil ganar la carrera global si tiene una pierna más larga que la otra.

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7.5.07

Neosúper

El hipermercado triunfó en los 90: el sábado, media España se ponía el chándal, empujaba el carrito y llenaba el coche, la despensa y el congelador. Pero, hoy en día, hasta Juan Palomo ha dejado de guisar, que no de comer, y los supermercados y las tiendas de proximidad se erigen en salvavidas de solteros, estudiantes, pluriempleados y demás náufragos alimenticios.

Poco queda de aquellos economatos mal abastecidos, con aspecto de almacén. En las grandes ciudades, las cámaras frigoríficas de los súper se llenan a mediodía de platos listos para llevar y comer como sea y donde sea. La visita a la panadería, la frutería y la carnicería de siempre es todo un lujo, cuando se puede comprar peor pan, peor fruta y peor carne… pero bajo el mismo techo. Sin embargo, ¡ojo, que cada vez somos más sibaritas! El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación dice que los consumidores ya valoramos la calidad tanto como la cercanía, que hace un par de años era criterio casi exclusivo.

Un supermercado desnuda a la microsociedad que lo frecuenta. En el mío, los periódicos están junto al pan (mi compra diaria); las revistas, al lado de las cajas, como los chicles y las chocolatinas (adquisiciones por impulso). Queremos ser independientes, y cogemos la bandeja de filetes crudos, por muchos nervios que tengan, antes que darle cháchara a la carnicera (que, encima, siempre está desaparecida, cuando no le toca cambiarse de bando y descabezar sin piedad una trucha). ¿Más pruebas? Los súper de lujo hace muchos años que tienen su sección de alimentos dietéticos; pues bien: últimamente, democratizarse la fiebre por la figura y llenarse las góndolas de insípidos productos light ha sido todo uno.

Las últimas en adaptarse son las cadenas de menor tamaño. Como la aragonesa Galerías Primero, que vive su particular revolución. Por increíble que parezca, las cajeras se han pasado al software libre: utilizan Linux. Pero hay más. Han desaparecido las decenas de ofertas que se amontonaban en sus anuncios a toda página en la prensa dominical; también los grandes carteles amarillos escritos a mano por el rotulista (oficio en declive) y pegados a la pared del establecimiento con cinta adhesiva roja; incluso peligran las bolsas de plástico de color granate con los característicos rombos redondeados, que desde hace décadas son el equivalente regional de los triángulos de El Corte Inglés. Por supuesto, ya han perdido la inscripción aquella de “una ciudad limpia da a sus habitantes un alto grado cultural”. Buenos somos… ¡Como para que nos diga el súper qué hacer y qué dejar de hacer!

Lo que no queremos admitir es que en él hay mucho de nosotros mismos.

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