8.6.08

Los diarios españoles, el torero elegante y la dama gris

Vaya la que se ha liado esta semana con las sangrientas portadas de la prensa española, que quedó admirada ante la faena del matador José Tomás en Las Ventas. Muchas devociones y alguna omisión que han resucitado el anciano debate sobre cómo tratar este espectáculo (en Televisión Española, que ya no retransmite corridas, ha perdido el apelativo de "Nacional", pero no la mayúscula de "Fiesta").

El diario Público se enorgullece de marcar la diferencia, no sólo por haber desterrado de sus páginas las crónicas de tales festejos, sino también por hacerse eco de una noticia desdeñada por el grueso de los papeles patrios (cada vez más patrios), decisión que le acerca al criterio editorial del New York Times.

Pero hete aquí que uno revisa de madrugada la portada del más global de los periódicos, y ya sea por coincidencia o por concurrencia reiterada del usuario a la página en cuestión, se encuentra con un obituario de esos que tocan de cerca: "Bullfighting is Dead!".

En uno de esos titulares que son mucho más en la portada que en el interior, el diario de los Sulzberger declara la muerte de la afición al toreo, muy pocos días después de registrar la polémica gastronómica entre Santamaría y Arola, como reseñó Montserrat Domínguez este viernes en La Vanguardia.

Algunos fragmentos del reportaje en cuestión, en el que no faltan las obligadas referencias a Franco y la guerra civil, son dignos de una crónica firmada desde el enrarecido ambiente de Génova para un medio hostil a MR. Así relata Michael Kimmelman, crítico de arte del NYT, la aparición del vapuleado dirigente 'popular' en el tendido valenciano (la traducción intenta ser fiel, pero al fin y al cabo, es mía):

Cuando Mariano Rajoy entró en la plaza, recibió una ovación atronadora, de esas que no abundaron durante la campaña electoral. “¡Aún puede ser la ruina para Zapatero!”, murmuró, a nadie en particular, un hombre con el rostro enrojecido.

El artículo, por si queda algún partidario sin irritar, se ha publicado en Play, el suplemento de deportes de la institución periodística neoyorquina. ¡Valiente atrevimiento! Las explicaciones no tardan en llegar:

Los aficionados dicen que el toreo no es un deporte; en la prensa española nunca va en esa sección. El deporte implica una lucha justa entre oponentes voluntarios. (...) Cada lidia es un ritual orquestado para herir y después agotar al animal para que se le pueda matar más fácilmente. Sea lo que fuere (y sus oponentes lo llaman tortura), no es un deporte.

Ah, vale, era por eso. La fiesta se desliza entre la cultura, la política, las vidas de santos y la crónica social con más gracia y salero, pero el deporte ni nombrarlo; la sangre es el sudor en grado sublime. Difícil resistirse a la apoteosis colectiva. Pero el Times echa la vista atrás.

José Tomás salió e hizo despertar al tendido. Juega a su favor, como al de otras superestrellas, que la gente espera un milagro; lo aclaman aunque su actuación sea mediocre. En su concurrida vuelta a los ruedos el año pasado en Barcelona, donde no tuvo su mejor día, la muchedumbre en pie lo ovacionó en tres ocasiones antes de que saliera el primero de la tarde.
Al poco de empezar la lidia, el cuerno le rasgó la capa. Tomás se paró en medio del ruedo, con la mandíbula hacia delante, aguardando a que un banderillero se la devolviera; entretanto, el animal se alborotaba. El valor del matador (a quién le importa que fuera consecuencia de un fallo) provocó vítores frenéticos entre los aficionados.

En lo que se introduce como una radiografía del desapego al toreo en la nueva sociedad española, la dama gris encuentra motivos para derribar al héroe, al mito, a la leyenda. De no mediar un océano de distancia, el NYT estaría cometiendo un acto suicida. Sin héroes no hay ventas.

La muerte fue atroz. Después de que Tomás introdujera el estoque, habiendo fastidiado el primer intento, un ayudante clavó once puñaladas en la base de la cabeza del animal tendido y moribundo, antes de rematarlo rompiéndole la columna vertebral. La multitud, decepcionada y burlona, contó cada empujón. Un espectáculo asqueroso. José Tomás se retiró, avergonzado y afligido.

Más: The New York Times | Bullfighting Is Dead! Long Live the Bullfight!

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