18.3.07

La chaqueta soy yo

La americana de pana de Felipe González. La minifalda de Isabel Tocino. La chupa de cuero de Trinidad Jiménez. Y no olvidemos las sensaciones que nos dejó 2006: a principios de año, la chompa de Evo Morales, y en la temporada primavera-verano, el bañador de Ségolène Royal. Mal que les pese, hay políticos que marcan tendencia. Y en esto, los occidentales no están solos: la chaqueta de Mahmud Ahmadineyad se ha convertido en parte inseparable de su imagen pública, y en una de las prendas más recurrentes en los mercadillos de Teherán.

Meses después de que diera el salto a la presidencia de la República Islámica de Irán en verano de 2005 –era alcalde de la capital–, su blazer beis se convirtió en el básico que no podía faltar en ningún bazar –él mismo también los compra allí–. Llamarle ‘americana’ sería un contrasentido, toda vez que el señor Ahmadineyad ha ascendido en tiempo récord a la categoría de bestia negra de Bush –ya se sabe, las amenazas nucleares ponen nervioso a cualquiera–.

Al contrario de lo que sucedió con el atuendo del expresidente González, parece que la clase media de la capital iraní no se ha lanzado en masa a incluir entre su vestuario la ‘Ahmadinejacket’ –este neologismo, acuñado en internet, ya ha saltado a las páginas de alguna revista internacional–. Los vendedores aseguran que disfrazarse de Mahmud abre muchas puertas, pero ya sea porque da un aire un poco cutre, o simplemente porque es ‘made in China’, la chaqueta del doctor en organización del tráfico que preside Irán no termina de hacer fortuna. Ni siquiera el ridículo precio anima las ventas, por más que llevarse todo un icono de la moda política por cinco o diez míseros dólares sea una ganga, de aquí a Lima –o al mismo Teherán–.

Volvamos a casa. En poco más de dos meses tenemos elecciones autonómicas y municipales, y como los territorios de provincias están ya más o menos repartidos, todos miramos con atención la batalla de Madrid. A la alcaldía se presenta por el PSOE un perfecto desconocido, Miguel Sebastián, que se enfrenta al desafío de que los madrileños le pongan cara.

Si no sólo quiere salir mucho en las tropecientas horas que Telemadrid dedica a las noticias, sino también destronar a Gallardón, ya puede ir desechando la estrategia de la chaqueta. A su predecesora, Trinidad Jiménez, le catapultó a la popularidad, pero no le bastó para alcanzar el cargo de alcaldesa. Aun así, ningún político debe olvidar que el hábito no hace al líder, pero ayuda –y mucho– a que lo recuerden.

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